“La Escucha Profunda implica ir por debajo de la superficie de lo que se oye, expandiéndose a todo el campo sonoro mientras se encuentra el foco. Es la manera de conectar con el entorno acústico, con todo lo que lo habita y con todo lo que hay”.

En los tiempos que corren, pareciera que el ser humano es rehén de una sofisticada maquinaria destinada a bombardear de estímulos a nuestro sistema límbico a través de distintos vectores de dopamina; algunos más potentes que otros. Equipos enteros de psicólogos, ingenieros, especialistas en Marketing, e incluso neurocientíficos aparecen tras correr el velo y observar quiénes se esconden detrás de industrias tales como las del entretenimiento (redes sociales, streaming), y la producción de alimentos ultraprocesados. Si a ello le sumamos el aumento generalizado en los niveles de ansiedad colectivos, y el viraje hacia la inmediatez en detrimento de nuestras capacidades de practicar la paciencia, podemos concluir que esto no supone un futuro alentador.

Es en este contexto donde debemos tomar consciencia de la necesidad imperante de detenernos un momento, ver hacia nuestro alrededor, y hacer una pequeña pausa para luego avanzar de mejor manera, y a mayor distancia. Es extensa la bibliografía existente para poner en práctica lo que aquí se menciona; mindfulness, distintos tipos de meditación, yoga, guías de dopamine detox, practicar la gratitud, vivir en el presente, etc. Pero poco se habla respecto al arte de la escucha profunda.

Pauline Oliveros define al Deep Listening como una práctica en constante desarrollo y evolución, orientada a ejercer una escucha atenta, una escucha consciente de aquellas vibraciones y formas de ondas que ingresan a nuestro córtex auditivo, y luego son decodificadas para ser percibidas como sonido. La escucha atenta pasa a ser entonces un hábitat acústico donde se funden el tiempo y el espacio, articulados por el sonido.

Habiendo cubierto una de nuestras definiciones favoritas acerca del arte de la escucha profunda, asumimos la enorme responsabilidad de recomendarle a usted, lector/a, una serie de materiales sobre el arte de escuchar.

El arte de escuchar es un documental de Michael Coleman y Emmanuel Moran acerca del viaje que recorre la música para llegar al oído del oyente, desde la intención del fabricante de instrumentos y el compositor, hasta los productores e ingenieros que captan y preservan la voz de un artista. Este viaje está narrado por conversaciones íntimas con artistas, ingenieros y productores musicales sobre la filosofía de su trabajo y la intención que hay detrás de cada nota musical que crean. Esta película es una invitación para que los aficionados a la música redescubran los matices y detalles que encierran sus grabaciones favoritas. El arte de escuchar es el comienzo de una conversación sobre cómo la calidad de nuestras experiencias auditivas definen el medio.

Pauline Oliveros fue una de las compositoras más importantes de la música experimental del siglo XX. A partir de la década del 60’, sus trabajos influyeron enormemente en la música contemporánea gracias a sus investigaciones sobre la improvisación, la música electrónica y las maneras de oír y escuchar el mundo que nos rodea. Fue miembro fundadora del San Francisco Tape Music Center y profesora en Mills College, Universidad de California San Diego, Oberlin Conservatory of Music y el Rensselaer Polytechnic Institute. En 1985 creó Pauline Oliveros Foundation (hoy The Center for Deep Listening), que se dedica a organizar talleres y retiros de escucha. Sus dos obras teóricas más reconocidas fueron Software for People, y Sounding the Margins. Deep Listening: una práctica para la composición sonora fue su último libro.

Soundscape (playlist) es una selecta de tracks basada en los distintos proyectos musicales que pasaron por el ciclo homónimo de Artlab. Propone un espacio interior, un lugar para habitarse, relajarse, y entrar en ese lugar que vive dentro de uno. Soundscape busca llevarnos a ese sitio, flotando en un mar de frecuencias, matices electrónicos, y sonidos naturales. Desde ahí surge una oportunidad, la oportunidad para recordar quiénes somos y volver a conectar con el camino que nos identifica. La música trasciende la mente y se adentra en el corazón, ya no se trata de reconocer lo que se escucha, sino lo que escuchar nos hace sentir.